Llevamos unos días de campaña electoral ante las próximas elecciones europeas y lleva rondando por mi cabeza la pregunta de para qué sirve un parlamento europeo. En ocasiones vemos en los noticiarios televisivos un hemiciclo, moderno y gigantesco comparado con el español, casi siempre a medio llenar en el parece haber un debate. ¿Me podéis recordar alguna noticia que tenga que ver con ése lugar o personas? No, ¿verdad? ¡Allí no ocurre nada interesante! Nada decisivo.
Por otro lado ante la crisis se ha llegado a plantear la posibilidad de recortar en organismos públicos estatales, autonómicos, provinciales o locales; ¡Incluso se ha debatido la funcionalidad del Senado!
En algo más de una semana participaremos en unas elecciones pseudo-inutiles, salvo por un cariz sociológico.
Como pueblo deberíamos alcanzar una madurez que perdimos hace casi ochenta años e identificarnos con las ideas que promulgamos. No decidir nuestro voto, como leí en un acertado tweet, porque queramos formar parte del equipo ganador. Estamos hartos de las leyes opresoras que han dominado nuestras vidas en los últimos años, tanto de un gobierno como del otro. Porque al fin y al cabo ambos han obedecido ordenes de una entidad supranacional, Alemania. ¿Por qué mantener la linea bipartidista que no conduce a nada? Bueno para eso tendremos que esperar a las próximas elecciones generales.
Puestos a mirar a nuestros vecinos, con estas elecciones, que al final solamente funcionaran como sondeo para futuros procesos electorales locales (curiosamente rara es la ocasión que coincidan con unas elecciones parlamentarias, autonómicas, federales, cantonescas o cualquier otra forma de división territorial de otro pais europeo), demosles un golpe de orgullo patrio y votemos a cualquier otro partido que signifique disconformidad con lo que nos obligan a vivir. ¡Arriba Islandia!
